martes, 13 de noviembre de 2012

ANALISIS Y OPINIÓN.- Si sumas todas las estrellas del cielo, todos los granitos de arena en los océanos, todas las rosas en el mundo y todas las sonrisas que haya habido en la historia del mundo, empezarás a tener una idea de cuánto te quiero.

El pedido de indulto humanitario solicitado por la familia del ex presidente peruano, el criminal Alberto Fujimori Fujimori, está mostrando las miserias del Estado peruano. En el ejercicio político el viejo Estado, como toda dictadura de clase, premia a sus fieles defensores, a aquellos que sirvieron a las rancias clases dominantes y al imperialismo, mientras aplasta brutalmente a la gente del pueblo.

Los sectores dominantes en el Perú: los dueños de la opinión pública, políticos pertenecientes a la lumpenesca clase política, abogados, juristas y otros miembros del mundo académico intelectual, han abierto el “debate” sobre la responsabilidad de la sociedad en relación a las personas privadas de libertad en condiciones graves de salud, han dicho que “nadie merece morir en la cárcel” no importa el delito que haya cometido, los términos de la discusión ponen en relieve el sentido de humanidad que debe mostrar el Estado en este tipo de situaciones, donde lo político se debe dejar de lado y hacer un análisis frío de los casos con responsabilidad técnica.

En realidad toda esta discusión del mundo oficial peruano no es más que el regodeo despreciable de unas clases dominantes que lograron imponerse al levantamiento popular armado que cuestionó fuertemente la sociedad peruana en la década de los 80s y principios de los 90 y que, ahora que tienen temporalmente el manejo del Estado asegurado, necesitan resolver sus contradicciones y pagar por los servicios prestados a sus criminales.

La actual discusión sobre el indulto no se refiere a una persona que se esté muriendo, como es el caso de Fujimori, ni mucho menos se trata de una cuestión humanitaria sin sesgo político, todo lo contrario, el “humanitarismo” del Estado peruano ha dejado morir a muchos presos en las cárceles precisamente porque sus temas podían repercutir políticamente en la sociedad.

La prisión dorada del “chino”

Un reportaje recientemente publicado por el periódico La República revela que Fujimori siempre fue bien tratado por el Estado peruano. El ex gobernante Alan García Pérez, en septiembre de 2007, cuando Fujimori fue extraditado de Chile, le dio la opción de elegir el lugar donde sería recluido, éste eligió el ex fundo Barbadillo de clima cálido y primaveral donde funciona la Dirección de Operaciones Especiales de la Policía Nacional del Perú (Diroes), lugar donde fue recluido durante su juicio.

Inicialmente el ambiente de reclusión era de 190 metros cuadrados con sala, comedor, servicios higiénicos más un patio. Ahí estuvo 16 meses durante su proceso por crímenes de lesa humanidad en los casos de Barrios Altos y La Cantuta. Sin embargo en pleno proceso, debido a negociaciones políticas con altos miembros del Partido Aprista Peruano, del entonces presidente García Pérez, su área de reclusión fue extendida a 891 metros cuadrados, unos beneficios que jamás soñaría disfrutar ningún detenido en el Perú, mucho menos por los delitos que enfrentaba el criminal Fujimori.

Pero los beneficios no quedarían ahí, al parecer el “chino” preveía la condena a 25 años que se le impuso finalmente así es que él en persona inició la remodelación de ambientes en la prisión de Barbadillo como lo captó una foto periodística en julio del 2009, el “chino” supervisaba las obras de remodelación de los ambientes de su reclusión que él mismo diseñó. Luego de esa fecha, el entonces Ministro de Justicia, Aurelio Pastor Valdivieso, amplió los dominios de Fujimori en el penal a 10,050 metros cuadrados, toda una manzana a su disposición.

El condenado por delitos de asesinato y tortura; y responsable en su gobierno de una serie de ejecuciones extrajudiciales, desapariciones, secuestro, tortura, persecución a opositores y más de 300 mil mujeres esterilizadas forzosamente, ahora contaba con un área exclusiva de 800 metros cuadrados, con sala de estudio, comedor y baños. Le implementaron un policlínico con tres enfermeras, dos médicos y una ambulancia permanente.

Tiene una sala alfombrada para visitas con aire acondicionado y frigo bar, sillón de masajes, televisor, cabina telefónica, celulares, laptops y otros dispositivos de comunicación. El comedor de los policías se ha convertido en una sala de cantos y artes manuales. Fujimori vive a cuerpo de rey mientras arguye en su solicitud de indulto que las “condiciones carcelarias pueden agravar su estado de salud”.

Fujimori siempre ha hecho gala insultante de su poder. Su representación de emperador exitoso sólo se equipara con el desprecio que siente por sus enemigos y el pueblo peruano rebelde. Como Pinochet, quien usó la artimaña de su estado de salud para ser devuelto a Chile y luego revelar públicamente su engaño, Fujimori es un sujeto sin escrúpulos, capaz de asociarse con tipos como Vladimiro Montesinos o el Grupo Colina para cometer los crímenes más atroces que ha conocido la historia peruana reciente y justificarlas con razones de Estado. Alguien que fue capaz de encerrar a su esposa en su despacho y atentar contra su vida en pleno mandato presidencial, puede muy bien representar el papel del moribundo que exigen para él las clases dominantes, y así legitimar ante el pueblo el dejarlo libre de responsabilidades e impune de los crímenes que cometió.

Pero los beneficios de Fujimori no se limitan a las condiciones de habitabilidad, se extienden a la actividad política. Siguiendo siempre el reportaje de La República, la prisión dorada de Fujimori fue, el año 2011, el centro de la campaña electoral presidencial de su hija Keiko Fujimori, ahí se reunían los 300 representantes del fujimorismo mientras que el segundo y tercer piso era utilizado como almacén de la propaganda política. El “enfermo grave de cáncer terminal” recibe ahí a congresistas de su agrupación a las dos o cuatro de la mañana. Todos ellos pueden disfrutar de un área mayor de 2,200 metros cuadrados donde hay 5000 rosas sembradas, un anfiteatro para parrillas y una cancha de fulbito. Esa infraestructura sirvió para que la hija menor de Fujimori, Sachi, contraiga matrimonio en febrero de 2010.

Por si esto no fuera suficiente, Fujimori es quien elige su custodia, autoriza o no la anotación del libro de visitas y tiene la última palabra sobre el recinto de su exclusividad (800 metros cuadrados) donde no pueden entrar sin su autorización las autoridades penitenciarias.

Estas son las condiciones de vida de quien ahora se discute el indulto “humanitario”, condiciones que le dio el gobierno de García Pérez y se mantienen con Ollanta Humala, todos conocen ésto pero de manera hipócrita dicen que van a analizar la “situación de Fujimori” considerando su “precario” estado de salud.

Para el pueblo sólo existe la brutalidad del sistema

Otra cosa totalmente distinta ocurre con la gente del pueblo quienes son producto y víctimas del sistema de explotación y miseria, peor suerte tienen quienes forman parte de ese contingente de hombres y mujeres del pueblo que se atrevieron a desafiar al Estado peruano y que en su lucha cayeron en las cárceles donde hoy sufren condiciones inhumanas mientras el Estado y toda esa gente que discute humanidad esperan que se pudran hasta la muerte.

La Comisión de indultos tiene 117 casos pendientes; según el capellán de la cárcel Castro Castro, Miguel Parets, hay 20 enfermos que merecen el indulto sin embargo sus casos no avanzan. El 15 de octubre el dirigente cocalero Iburcio Morales que padecía de cirrosis en grado terminal murió en la cárcel y estaba acusado presuntamente de narcotráfico y colaboración con la guerrilla, sin embargo sus familiares, amigos y miembros de la comunidad Monzón, donde pertenecía y fue alcalde, hicieron una serie de marchas de apoyo pidiendo su libertad y gritando su inocencia, el Estado jamás los atendió.

La polémica sobre el indulto a Fujimori ha hecho que el Estado, a través de su Comisión de Indultos “acelere” su trabajo. En el mes de octubre la Comisión concedió este beneficio a cuatro personas pero esto no evitó que la opinión pública peruana se enterara que a una de las indultadas, Paula Zúñiga Hinostroza, le llegó la medida cuando estaba agonizando por cáncer terminal y murió horas después de conocer su “perdón”.

El caso más dramático ha sido la muerte del prisionero Jaime Ramírez Pedraza de 50 años quien tenía una enfermedad degenerativa incurable. Pedraza jamás recibió la atención de la prensa que tuvo Fujimori, su familia, que era su único sostén, solicitó tres veces el indulto y le fue rechazado por Alán García y por Ollanta Humala. Jaime tenía parálisis muscular y no podía valerse de sí mismo y sufría de asfixia al respirar, nunca tuvo acceso a una atención médica oportuna, murió precisamente asfixiado tratando de respirar. Alan García y Ollanta Humala no consideraron ningún criterio humanitario en su rechazo a la petición de la familia Ramírez, lo único que les importó fue no quemarse con la responsabilidad política de “liberar a alguien preso por terrorismo”, que es lo que suelen chillar las fuerzas más oscuras de la política peruana, entre los que figuran los fujimoristas.

La discusión del indulto es la pose hipócrita de las clases dominantes peruanas, el mecanismo necesario para resolver las pugnas de grupo de los que defendieron al viejo Estado peruano a sangre y fuego del peligro en que lo puso la guerrilla y el movimiento popular. Se está definiendo en base al cálculo político coyuntural y las negociaciones que el gobierno de Ollanta Humala tiene con los viejos partidos del decrépito sistema.About these ads

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