Pravda, núm. 133,
2 de julio de 1918.
Firmado: N. Lenin
Se publica de acuerdo con
el texto del periódico.
De las Obras Completas,
t. XXVII.
pág. 471
Hoy ya nadie cree en milagros, a Dios
gracias. La profecía milagrosa no es más que una fábula. Pero, la profecía
científica es un hecho. Y en nuestros días, cuando encontramos en derredor muy
frecuentemente el abatimiento vergonzoso e incluso la desesperación, es útil
recordar una profecía científica que se ha confirmado.
En 1887, Federico Engels, en el prólogo al
folleto de Segismundo Borkheim: En memoria de los ultrapatriotas alemanes,
1806-1807 (Zur Erinnerung fiir die deutschen Mordspatrioten. 1806-1807 )
(folleto que llevaba el número XXIV de la "Biblioteca socialdemócrata",
que se publicaba en 1888 en Gottingen-Zurich), tuvo la oportunidad de escribir
sobre la futura guerra mundial.
He aquí cómo juzgaba Federico Engels la
futura guerra mundial, hace ya más de treinta años:
". . . Para Prusia-Alemania, en la actualidad
no es posible ya ninguna otra guerra que la guerra mundial. Y ésta será una
guerra mundial de escala y ferocidad sin precedente. De ocho a diez millones de
soldados se aniquilarán mutuamente y, al hacerlo, devastarán toda Europa, hasta
tal punto como
pág. 472
nunca lo han hecho las nubes de
langosta. La devastación causada por la Guerra de los Treinta Años, comprimida en un
plazo de tres o cuatro años y extendida a todo el continente; el hambre, las
epidemias, el embrutecimiento general, tanto de las tropas como de las masas
populares, provocado por la extrema miseria, el desorden irremediable de
nuestro mecanismo artificial en el comercio, en la industria y en el crédito;
todo esto terminará con la bancarrota general; el derrumbamiento de los viejos
Estados y de su sabiduría estatal rutinaria, derrumbamiento tan grande que las
coronas se verán tiradas por decenas en las calles y no habrá nadie que quiera
recogerlas; es absolutamente imposible prever cómo terminará todo esto y quién
será el vencedor en esta contienda; pero un solo resultado es absolutamente
indudable: el agotamiento general y la creación de las condiciones para la
victoria definitiva de la clase obrera.
Tal es la perspectiva, si el sistema de la
mutua competencia en los armamentos, llevado a su extremo, da, al fin, sus
inevitables frutos. He aquí, señores reyes y estadistas, adónde ha llevado a la
vieja Europa vuestra sabiduría. Y si no les queda otro remedio que empezar la
última gran danza guerrera, no vamos a afligirnos mucho (uns kann es recht sein
). Puede ser que la guerra tal vez nos relegue temporalmente a un segundo
plano, puede ser que nos quite algunas de las posiciones ya conquistadas. Pero
cuando hayan desatado las fuerzas que más tarde no seréis ya capaces de dominar,
cualquiera que sea el curso de los acontecimientos, al final de la tragedia os
convertiréis en ruinas y el triunfo del proletariado, o habrá sido conquistado
ya, o será, a pesar de todo (doch ), inevitable.
Federico Engels "[312].
Londres, 15 de diciembre de 1887.
pág. 473
¡Qué genial profecía! ¡Y cuán infinitamente
rica en ideas es cada frase de este análisis científico de clase, exacto,
claro, conciso! ¡Cuánto provecho para sí podrían sacar de él los que, en
nuestros días, se entregan a la vergonzante pusilanimidad, al desaliento y a la
desesperación, si. . ., si la gente acostumbrada a ser lacayo de la burguesía o
los que se dejaron atemorizar por ella, supieran meditar, fuesen capaces de
meditar!
Alguna que otra cosa prevista por Engels se
realizó de un modo distinto, pues no podía esperarse que el mundo y el
capitalismo no sufrieran cambios en el transcurso de los treinta años de
desarrollo imperialista vertiginosamente rápido. Pero lo más asombroso es que
tantas de las cosas previstas por Engels se está cumpliendo "al pie de la
letra". Esto se debe a que Engels hizo un análisis de clase
irreprochablemente exacto y las clases y sus relaciones recíprocas siguen
siendo las mismas.
". . . Puede ser que la guerra tal vez
nos relegue temporal mente a un segundo plano. . ." Las cosas
transcurrieron, precisamente por este camino, pero fueron más lejos aún y en
peor forma: una parte de los "relegados a un segundo plano", los
socialchovinistas y de sus "semiadversarios" faltos de carácter, los
kautskianos, empezaron a cantar loas a su movimiento hacia atrás y se
convirtieron en renegados y traidores directos del socialismo.
". . . Puede ser que la guerra tal vez
nos quite algunas de las posiciones ya conquistadas". . . Toda una serie
de posiciones "legales" han sido arrebatadas a la clase obrera. En
cambio, ésta se ha templado en las pruebas y recibe lecciones crueles, pero
útiles, de organización clandestina, de lucha ilegal, de preparación de sus
fuerzas para el asalto revolucionario.
pág. 474
". . . Las coronas se verán tiradas
por decenas". . . Ya han caído unas cuantas coronas y, entre ellas, una
que vale por una docena de otras: la del autócrata de todas las Rusias, Nicolás
Románov.
". . . Es absolutamente imposible
prever cómo terminará todo esto". . . Después de cuatro años de guerra
esta imposibilidad absoluta, si se me permite la expresión, es aún más
absoluta.
". . . El desorden irremediable de
nuestro mecanismo artificial en el comercio, en la industria y en el crédito".
. . Al finalizar el cuarto año de guerra, esto se puso de manifiesto totalmente
en uno de los Estados más grandes y más atrasados, que fue arrastrado por los
capitalistas a la guerra, en Rusia. ¿Pero, acaso el hambre creciente en
Alemania y en Austria, la escasez de vestido y de materias primas y el desgaste
de los medios de producción no son prueba de que una situación igual~se avecina
también, con enorme rapidez, en otros países?
Engels describe las consecuencias
acarreadas únicamente por la guerra "exterior", sin referirse a la
guerra interior, es decir, a la guerra civil, sin la cual no ha ocurrido
todavía ninguna revolución importante en la historia, sin la cual no se ha
imaginado el tránsito del capitalismo al socialismo ningún marxista serio. Y si
la guerra exterior puede continuar por cierto tiempo sin provocar el
"desorden irremediable" en el "mecanismo artificial" del
capitalismo, es evidente, que la guerra civil ya no es posible imaginársela sin
semejantes consecuencias.
Qué estupidez, qué falta de carácter -- sin
referirnos al servilismo interesado a la burguesía -- revelan los que siguiendo
llamándose "socialistas", como los de Nóvaia Zhizn [313],
pág. 475
los mencheviques, los eseristas
de derecha, etc., destacan maliciosamente las manifestaciones de este
"desorden irremediable", achacando la culpa de todo al proletariado
revolucionario, al Poder soviético, a la "utopía" del tránsito al
socialismo. El "desorden" -- la ruina, según magnífica expresión rusa
-- es provocado por la guerra. No puede haber una guerra grave sin ruina. No
puede haber guerra civil, esa condición indispensable y satélite de la
revolución socialista, sin ruina. Renegar de la revolución y del socialismo
"a causa" de la ruina, significa únicamente revelar la falta de
principios y pasarse, de hecho, al lado de la burguesía.
" . . . El hambre, las epidemias, el
embrutecimiento general, tanto de las tropas como de las masas populares,
provocado por la extrema miseria. . ."
¡Con cuánta sencillez y claridad hace
Engels esta conclusión irrefutable, evidente para todo el que sea capaz de
meditar, siquiera sea un poco, en las consecuencias objetivas de una guerra
penosa, cruenta, y de muchos años de duración! Y cuán asombrosamente estúpidos
son los numerosos "socialdemócratas" y los "socialistas" de
pega que no quieren o no pueden profundizar en esta idea tan sencilla.
¿Es posible una guerra de muchos años de
duración sin el embrutecimiento de las tropas y de las masas populares? ¡Claro
que no! Tales consecuencias de una guerra prolongada son indiscutiblemente
inevitables para varios años, si no para toda una generación. Pero nuestros
"hombres enfundados", los filisteos de la intelectualidad burguesa
que se llaman a sí mismos "socialdemócratas" y
"socialistas", haciendo coro a la burguesía, achacan a la revolución
las manifestaciones de brutalidad o la inevitable dureza de las medidas de
lucha contra los casos especialmente graves de brutalidad, aunque
pág. 476
es tan claro como la luz del sol
que aquélla es originada por la guerra imperialista y que ninguna revolución es
capaz de deshacerse de semejantes consecuencias de la guerra sin una lucha
prolongada y sin una serie de duras represiones.
Nuestros melosos escritores de Nóvaia Zhizn
[313], de Vperiod, de Dielo Naroda [314] están dispuestos a admitir
"teóricamente" la revolución realizada por el proletariado y las
demás clases oprimidas, pero sólo a condición de que esta revolución caiga del
cielo, en vez de nacer y creer en una tierra anegada en sangre por la matanza
de los pueblos durante cuatro años de guerra imperialista, entre millones y
millones de seres exhaustos, agotados y embrutecidos en el curso de esta
matanza.
Ellos oyeron y admitieron
"teóricamente" que la revolución debe ser comparada a un parto; pero,
cuando se llegó a los hechos, se acobardaron miserablemente y el lloriqueo de
sus inmundos espíritus se hizo eco de los malignos ataques de la burguesía
contra la insurrección del proletariado. Consideremos la descripción de un
parto en la literatura, donde la finalidad del autor es la reconstrucción veraz
de toda la dureza, todo el martirio, todos los horrores de este acontecimiento,
por ejemplo, la descripción de Emile Zola en La joie de vivre (La alegría de
vivir ) o la de Veresáiev en Memorias de un médico. El nacimiento del ser
humano va acompañado de un proceso que convierte a la mujer en un trozo de
carne inanimada, torturada y desgarrada, enloquecida de dolor y bañada en
sangre. ¿Pero habrá alguien que reconozca como hombre al "individuo"
que vea en el amor, en sus consecuencias, en el hecho de convertirse la mujer
en madre, únicamente este aspecto? ¿Quién renunciaría al amor y a la
procreación por este motivo?
pág. 477
El alumbramiento es a veces fácil y otras
penoso. Marx y Engels, los fundadores del socialismo científico, hablaron
siempre de los largos sufrimientos del parto inevitablemente ligados al
tránsito del capitalismo al socialismo. Y Engels, al analizar las consecuencias
de una guerra mundial, describe, de modo sencillo y claro, el hecho evidente e
indiscutible de que la revolución que sigue a la guerra, que estalla en
relación con la misma (y con mayor razón todavía -- añadiremos por nuestra
parte --, la revolución que estalló en el período de la guerra y que se ve obligada
a desarrollarse y defenderse en medio de la guerra mundial que la rodea),
semejante revolución es un caso de alumbramiento especialmente grave.
Al concebir claramente este hecho, Engels
habla con particular cautela del nacimiento del socialismo, al que dará a luz
la sociedad capitalista que se hunde en la guerra mundial. "Sólo un
resultado (de la guerra mundial) -- dice Engels -- es absolutamente indudable:
el agotamiento general y la creación de las condiciones para la victoria
definitiva de la clase obrera".
Y este mismo pensamiento está expresado con
mayor claridad aún al final del prólogo que analizamos:
". . . Al final de la tragedia os
convertiréis (los capitalistas y terratenientes, los reyes y estadistas de la
burguesía) en ruinas y el triunfo del proletariado, o habrá sido conquistado
ya, o será, a pesar de todo, inevitable".
Los partos difíciles aumentan,
multiplicándolo, el peligro de enfermedad mortal o de un fatal desenlace. Pero,
si bien algunas personas mueren a causa del parto, la nueva sociedad, surgida
del seno de la formación antigua, no puede sucumbir y sólo será más torturante,
más prolongado su nacimiento, más lentos su crecimiento y desarrollo.
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Todavía no ha llegado el final de la
guerra. Pero sí ha llegado ya el agotamiento general. De los dos resultados
inmediatos de la guerra previstos por Engels como probables (o el triunfo de la
clase obrera ya conquistado, o la creación de las condiciones que lo hacen
inevitable, a pesar de todas las dificultades ), en la actualidad, a mediados
del año 1918, estamos en presencia de ambos.
En uno de los países capitalistas, en el
menos desarrollado, la victoria de la clase obrera ya ha sido conquistada. En
los demás países, con el enorme esfuerzo de sufrimientos inauditos, se crean
las condiciones que hacen esta victoria, "a pesar de todo,
inevitable".
¡Que graznen los filisteos
"socialistas", que se irrite y enfurezca la burguesía! Unicamente los
que cierran los ojos para no ver y se tapan los oídos para no oír, pueden dejar
de observar que, en todo el mundo, para la vieja sociedad capitalista, preñada
de socialismo, han empezado los dolores del parto. A nuestro país, destacado
temporalmente por el curso de los acontecimientos a la vanguardia de la revolución
socialista, le han correspondido los sufrimientos, particularmente agudos, del
primer período del alumbramiento que ha empezado ya. Tenemos todos los n~otivos
para mirar con plena firmeza y absoluta seguridad el porvenir, que nos prepara
nuevos aliados y nuevos triunfos de la revolución socialista en una serie de
países más avanzados. Tenemos derecho a enorgullecernos y considerarnos felices
por el hecho de que nos haya tocado en suerte ser los primeros en derribar, en
un rincón de la Tierra,
a la fiera salvaje, al capitalismo, que anegó al mundo en sangre y llevó a la
humanidad hasta el hambre y el embrutecimiento y que, ineludiblemente, sucum-
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birá pronto, por monstruosamente
feroces que sean las manifestaciones de su furia en la agonía.
________________________________________
pág. 679
NOTAS
[312] Véase el "Prefacio al folleto de Borkheim En memoria de los
ultra patriotas alemanes de 1806-1807 ", escrito por F. Engels el 15 de
diciembre de 1887. (C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XXI.) [pág. 472]
[313] Los de Nóvaia Zhizn : grupo de mencheviques agrupados alrededor
del periódico Nóvaia Zhizn. Dicho grupo unió a los mencheviques, partidarios de
Mártov y los intelectuales individuales semimencheviques.
Nóvaia Zhizn ("Vida Nueva"):
diario que se publicó en Petrogrado desde abril de 1917, por iniciativa del
"grupo internacionalista de mencheviques". Fue clausurado por el
gobierno de Kerenski en julio de 1917 y reapareció con el título de Svobódnaia
Zhizn ("Vida Libre") en septiembre del mismo año. Este diario adoptó
una actitud hostil hacia la
Revolución de Octubre y el establecimiento del Poder
soviético y fue clausurado en julio de 1918.
[pág. 476]
[314] Dielo Naroda ("La
Causa del Pueblo"): diario del partido de los
socialistas revolucionarios; se publicó en Petersburgo desde marzo de 1917
hasta junio de 1918; fue reiteradamente clausurado y apareció bajo otros
nombres. La edición se reanudó en octubre de 1918 en Samara, (aparecieron tres
números), y en marzo de 1919 en Moscú (aparecieron diez números), después de lo
cual fue clausurado por su actividad contrarrevolucionaria. [pág. 476]
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