SOBRE LA LUCHA CONTRA EL REVISIONISMO
(2 – Lenin)
(2 – Lenin)
Lenin desarrolló una extraordinaria lucha contra el viejo revisionismo cuya bancarrota se produjo en la I Guerra Mundial; de él dijo:
“El revisionismo o ‘revisión’ del marxismo es hoy una de las principales manifestaciones, si no la principal, de la influencia burguesa sobre el proletariado y de la corrupción burguesa de los proletarios”.
Señalando en 1899 y 1902, respectivamente:
“La socialdemocracia internacional atraviesa en la actualidad por un período de vacilación ideológica. Hasta ahora la doctrina de Marx y Engels era considerada como la base firme de la teoría revolucionaria; pero en nuestros días se dejan oír, por todas partes, voces sobre la insuficiencia y caducidad de esta doctrina. El que se declara socialdemócrata y tiene la intención de publicar un periódico socialdemócrata debe determinar con exactitud su posición frente a la cuestión que no apasiona solo, ni mucho menos, a los socialdemócratas alemanes.
Nosotros nos basamos íntegramente en la doctrina de Marx: ella transformó por primera vez el socialismo, de utopía, en una ciencia, echó las sólidas bases de esta ciencia y trazó el camino que había de tomar, desarrollándola y elaborándola en todos sus detalles. La doctrina de Marx descubrió la esencia de la economía capitalista contemporánea, explicando cómo el empleo del obrero, la compra de la fuerza de trabajo, encubre la esclavización de millones de desposeídos por un puñado de capitalistas, dueños de la tierra, de las fábricas, de las minas, etc. Esta doctrina demostró cómo todo el desarrollo del capitalismo contemporáneo se orienta hacia la substitución de la pequeña producción por la grande, creando las condiciones que hacen posible e indispensable la estructuración socialista de la sociedad. Ella nos enseñó a ver, bajo el manto de las costumbres arraigadas, de las intrigas políticas, de las leyes sabihondas y teorías hábilmente fraguadas, la lucha de clases, la lucha que se desarrolla entre las clases poseedoras de todo género y las masas desposeídas, el proletariado, quien está a la cabeza de todos los indigentes. La doctrina de Marx estableció las verdaderas tareas de un partido socialista revolucionario: no componer planes de reorganización de la sociedad ni ocuparse de la prédica a los capitalistas y sus acólitos de la necesidad de mejorar la situación de los obreros, ni tampoco urdir conjuraciones, sino organizar la lucha de clases del proletariado y dirigir esta lucha, que tiene por objetivo final la conquista del poder político por el proletariado y la organización de la sociedad socialista.” (“Nuestro Programa”).
“La socialdemocracia debe transformarse, de partido de la revolución social, en un partido democrático de reformas sociales. Bernstein ha apoyado esta reivindicación política con toda una batería de ‘nuevos’ argumentos y consideraciones bastante armoniosamente concordados. Ha sido negada la posibilidad de fundamentar científicamente el socialismo y de demostrar, desde el punto de vista de la concepción materialista de la historia, su necesidad e inevitabilidad; ha sido negado el hecho de la miseria creciente, de la proletarización y de la exacerbación de las contradicciones capitalistas; ha sido declarado inconsistente el concepto mismo del ‘objetivo final’ y rechazada en absoluto la idea de la dictadura del proletariado; ha sido negada la oposición de principios entre el liberalismo y el socialismo; ha sido negada la teoría de la lucha de clases, pretendiendo que no es aplicable a una sociedad estrictamente democrática, gobernada conforme a la voluntad de la mayoría, etc.” (“¿Qué hacer?”).
Y resaltando su característica reptante:
“Cuando se habla de lucha contra el oportunismo, no hay que olvidar nunca un rasgo característico de todo el oportunismo contemporáneo en todos los terrenos: su carácter indefinido, difuso, inaprehensible. El oportunista, por su misma naturaleza, esquiva siempre plantear los problemas de un modo preciso y definido, busca la resultante, se arrastra como una culebra entre puntos de vista que se excluyen mutuamente, esforzándose por ‘estar de acuerdo’ con uno y otro, reduciendo sus discrepancias a pequeñas enmiendas, a dudas, a buenos deseos inocentes, etc., etc.” (“Un paso adelante, dos pasos atrás”).
Asimismo, combatiendo la negación de la lucha de clases y desenmascarando la colaboración de clases del revisionismo:
“En el campo de la política, el revisionismo intentó revisar realmente la base del marxismo, o sea, la teoría de la lucha de clases. La libertad política, la democracia, el sufragio universal –nos decían los revisionistas- destruyen la base para la lucha de clases y desmienten la vieja tesis del Manifiesto Comunista de que los obreros no tienen patria. Puesto que en la democracia impera la ‘voluntad de la mayoría’, no debemos ver en el Estado, según ellos, el órgano de la dominación de clases, ni negarnos a hacer alianzas con la burguesía progresiva, socialreformista contra los reaccionarios.
Es indiscutible que estas objeciones de los revisionistas se reducían a un sistema bastante armónico de concepciones, a saber: a las harto conocidas concepciones liberal-burguesas. Los liberales han dicho siempre que el parlamentarismo burgués suprime las clases y las diferencias de clase, ya que todos los ciudadanos sin excepción tienen derecho al voto y a intervenir en los asuntos del Estado. Toda la historia de Europa durante la segunda mitad del siglo XIX, y toda la historia de la revolución rusa, a comienzos del siglo XX, enseñan palpablemente cuan absurdos son tales conceptos. Bajo las libertades del capitalismo ‘democrático’, las diferencias económicas, lejos de atenuarse, se acentúan y se agudizan. El parlamentarismo no elimina, sino que pone al desnudo la esencia de las repúblicas burguesas más democráticas como órganos de opresión de clase. Ayudando a ilustrar y organizar a masas de población incomparablemente mas extensas que las que antes participaban de un modo activo en los acontecimientos políticos, el parlamentarismo prepara así, no la supresión de las crisis y de las revoluciones políticas, sino la mayor agudización de la guerra civil durante estas revoluciones. Los acontecimientos de París, en la primavera de 1871, y los de Rusia, en el invierno de 1905, pusieron de manifiesto, con excepcional claridad, cuán inevitablemente se produce esta agudización. La burguesía francesa, para aplastar el movimiento proletario, no vacilo ni un segundo en pactar con el enemigo de toda la nación, con las tropas extranjeras que habían arruinado a su patria. Quien no comprenda la inevitable dialéctica interna del parlamentarismo y del democratismo burgués, que conduce a solucionar la disputa por la violencia de las masas de un modo todavía más tajante que en tiempos anteriores, jamás sabrá desarrollar, sobre la base de este parlamentarismo, una propaganda y una agitación consecuentes desde el punto de vista de los principios, que preparen verdaderamente a las masas obreras para la participación victoriosa en tales ‘disputas’. La experiencia de las alianzas, de los acuerdos, de los bloques con el liberalismo socialreformista en la Europa occidental y con el reformismo liberal (demócratas constitucionalistas) en la revolución rusa, muestra de manera convincente que estos acuerdos no hacen más que embotar la conciencia de las masas, no reforzando, sino debilitando la significación real de su lucha, uniendo a los luchadores con los elementos menos capaces de luchar, con los elementos más vacilantes y traidores.” (“Marxismo y revisionismo”).
Y desentrañando su traición al socialismo y defensa de la democracia burguesa:
“La historia enseña que ninguna clase oprimida ha implantado ni ha podido implantar jamás su dominación sin atravesar un período de dictadura, es decir, de conquista del Poder político y de represión violenta de la resistencia opuesta siempre por los explotadores, la más desesperada y furiosa, una resistencia que no reparaba en crímenes. La burguesía, cuyo dominio defienden ahora los socialistas que hablan contra la ‘dictadura en general’ y enaltecen la ‘democracia en general’, conquistó el Poder en los países avanzados a costa de una serie de insurrecciones, de guerras civiles y de represión violenta contra los reyes, los feudales, los esclavistas y contra sus tentativas de restauración. Los socialistas de todos los países, en sus libros y folletos, en las resoluciones de sus congresos y en sus discursos de agitación, han explicado miles y millones de veces al pueblo el carácter de clase de estas revoluciones burguesas y de esta dictadura burguesa. Por eso, la actual defensa de la democracia burguesa en forma de discursos sobre la ‘democracia en general’ y el actual vocerío y clamor contra la dictadura del proletariado en forma de gritos sobre la ‘dictadura en general’, son una traición directa al socialismo, el paso efectivo al lado de la burguesía, la negación del derecho del proletariado a su revolución proletaria, la defensa del reformismo burgués precisamente en un momento histórico en que este reformismo ha fracasado en todo el mundo y en que la guerra ha creado una situación revolucionaria.” (“I Congreso de la Internacional Comunista”).
Por otro lado, analizando la aristocracia obrera como bastión social del revisionismo, en el II Congreso de la Internacional Comunista:
“Una de las principales causas que dificulta el movimiento obrero revolucionario en los países capitalistas desarrollados es que, debido a las posiciones coloniales y a los superprovechos del capital financiero, etc., el capital, en estos países ha logrado separar una capa relativamente mas amplia y mas estable, una pequeña minoría, una aristocracia obrera. Esta goza de mejores condiciones de salario y esta sumamente imbuida del estrecho espíritu gremial y de perjuicios pequeñoburgueses e imperialistas. Este es el verdadero ‘bastión’ social de la II Internacional, de los reformistas y los ‘centristas’ y, en la actualidad, es casi el principal bastión social de la burguesía.”
“Aquí debemos preguntar: ¿Cómo se explica la firmeza de tales corrientes en Europa? ¿Y por qué este oportunismo es más fuerte en Europa Occidental que en nuestro país? Porque los países avanzados han creado y siguen creando su cultura mediante la oportunidad que tiene de vivir a expensas de mil millones de gentes oprimidas. Porque los capitalistas de estos países obtienen mucho más de lo que hubiesen sido capaces de obtener en forma de ganancias provenientes del robo a los obreros de sus propios países.
Antes de la guerra se calculaba que los tres países más ricos –Gran Bretaña, Francia y Alemania- obtenían solo de la exportación de capital, sin contar otros ingresos, ganancias de ocho mil a diez mil millones de francos por año.
No hace falta decir que de esta considerable cantidad es posible arrojar aunque sea 500 millones como limosna a los dirigentes obreros, a la aristocracia obrera, con el objeto de sobornarlos de diversa maneras. Todo el asunto se reduce precisamente al soborno. Este se hace de mil maneras diferentes: elevando la cultura en los mas grandes centros, creando instituciones docentes, creando miles de trabajos suaves para los dirigentes de las sociedades cooperativas, para los lideres tradeunionistas y para los lideres parlamentarios. Esto se realiza donde quiera que existan relaciones capitalistas modernas, civilizadas. Y estos miles de millones de superprovechos constituyen la base económica sobre la cual descansa el oportunismo en el movimiento obrero.”
Y sobre el revisionismo en cuanto producto de la concepción burguesa y de la influencia sobre el proletariado:
EL DOCUMENTO COMPLETO LO PUEDEN ENCONTRAR EN EL BLOG DE LOS CAMARADAS DE MAR ARMADO DE MASAS EN LA SIGUIENTE DIRECCIÓN WEB: http://mar-armado.blogspot.com/
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