EL MUSEO DE LA REVOLUCIÓN: UN PATRIMONIO POPULAR EN MANOS DE LA REACCIÓN
En Lima, capital de Perú, dentro de un edificio de la Dircote (Dirección contra el Terrorismo), uno de los aparatos policiales clave en la lucha contrarrevolucionaria del viejo Estado peruano, están capturados preciosos tesoros de un valor histórico incalculable. Allí se encuentra todo tipo de arte popular y revolucionario producido por el entusiasmo y creatividad inagotable de las masas, objetos de una inmensa importancia para la memoria histórica de las futuras generaciones; así como documentos de la mayor relevancia ideológica y política que constituyen en manos de la reacción, como demostración de su oscurantismo feudal, un auténtico Index Librorum prohibitorum (1).
La Revolución Peruana representa el despertar de la conciencia de las masas populares para destrozar paso a paso toda la explotación y opresión propias de la vieja sociedad. Sin embargo, la revolución no representa sólo la destrucción de lo viejo, sino también, y principalmente, la construcción de una nueva sociedad dirigida en todos sus planos por las masas organizadas en función de sus intereses. Una prueba del espíritu principalmente constructor de la revolución está en este museo, que evidencia el despertar de un nuevo arte y un alto desarrollo ideológico y político que es guardado como un botín de guerra por el viejo Estado peruano
El museo contiene una gran variedad de piezas capturadas principalmente por los órganos policiales de inteligencia en sanguinaria cruzada durante la década de 1980 hasta el año 1992, año de la captura del máximo y querido líder de la revolución, Abimael Guzmán, conocido por las masas como el Presidente Gonzalo. Este patrimonio de la revolución peruana y mundial ha sobrevivido varias tentativas de destrucción por parte de algunos sectores de las clases dominantes, que ni siquiera conciben mínimamente su valor histórico y artístico, tachándolo de mera “propaganda terrorista”; dejando claro que para ellos la supuesta “neutralidad del arte” sólo existe dentro del ámbito del arte burgués y semifeudal, recordando las siguientes palabras de Mariátegui: “La burguesía quiere del artista un arte que corteje y adule su gusto mediocre. Quiere, en todo caso, un arte consagrado por sus peritos y tasadores”.
Las más de mil piezas están constituidas por bellas obras de arte de contenido revolucionario, en buena parte elaboradas por prisioneros de guerra, con retablos (artesonados originales de la sierra peruana), esculturas en piedra, madera tallada, telas al óleo y coloridos tapices. Estas obras homenajean las heroicas luchas del pueblo peruano contra las tres montañas que sobre él pesan (semifeudalidad, capitalismo burocrático e imperialismo) y recrean como la luz del sol sobre el agua el florecimiento de la nueva sociedad. Y así, un auténtico arte nacional y popular se convierte en un arma del pueblo para su liberación, tal como insistió Abimael Guzmán: “Que el arte cumpla su papel como instrumento de clase, que las masas ocupen el escenario, que el artista las represente, que las masas se vean allí; que se escenifique la lucha cotidiana, `el artista y su tiempo´ no en una frase; así también se asemeja, es parte de la propaganda.”
A este respecto, veamos lo que un agente de la reacción (el Mayor Marco Castro de la Dircote) reconoce: “A simple vista podría admirarse el talento y disciplina de ellos, porque Sendero (2) estaba muy ligado al pueblo y logró incorporar el arte popular a la guerra”.
Por otro lado, este verdadero museo contiene elementos que servirían para recrear marcos históricos de inmensa trascendencia, como son las banderas rojas con inscripciones de eventos del Partido Comunista del Perú (PCP), la vasta y, sobre todo rica, biblioteca de Abimael Guzmán y de la dirección del PCP, elementos de uso personal del líder peruano y recuerdos de su visita a China en la época de Mao Tsetung, medallas partidarias e importantísimos documentos, con los cuales se posibilitaría una aprehensión más directa de la experiencia de ese proceso revolucionario.
Buscan exponerlo persistiendo en su triunfalismo barato heredado de Fujimori, pero sus sueños de victoria se ven ofuscados por ese fantasma que les sigue persiguiendo. Como acostumbra a llamarlo con espanto la reacción, el “museo del terror” no recibe visitas de escuelas o universidades, en palabras del Mayor Castro, “porque eso podría envenenar la mente de los jóvenes que no tienen una sólida formación ideológica”, o sea, una posición definidamente contrarrevolucionaria. Para tener acceso al museo se debe enviar una petición al director de la Dircote expresando la identidad, profesión y objeto de la visita.
El museo de la revolución refleja las luchas del pueblo peruano por una nueva sociedad, y así es parte de su patrimonio. Por su esencia debe estar al servicio de las masas populares del Perú y de todos los países, y, por tanto, debe ser recuperado de las garras del viejo Estado exigiendo que se abra sin ninguna restricción al mundo, y, con el avance de la lucha revolucionaria, esté bajo su total control y disposición. El museo de la revolución peruana es una advertencia de los largos años que están por venir. Los que deben estar en, y sólo en un frío museo, son todos los reaccionarios momificados junto con su vieja sociedad. No tienen otro destino.
Notas
(1) Índice de libros prohibidos, lista de documentos y libros prohibidos por la Iglesia y las clases dominantes feudales para mantener al pueblo en la ignorancia durante la Edad Media.
(2) Nombre que dio la reacción al movimiento revolucionario peruano y que predomina en la opinión pública generada por sus medios de difusión.
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