Tras el terremoto del 22 de mayo de 1960 se originó una fuerte explosión demográfica, por la llegada de familias campesinas que habían sido despojadas de sus tierras
El 4 de marzo de 1969 noventa familias sin hogar deciden ocupar un terreno baldío en Pampa Irigoin
Frente a las históricas luchas por la vivienda, el estado burgués terrateniente no escatima en usar la represión en defensa de la gran propiedad.
Una de las lecciones que la lucha del pueblo nos entrega es conocer el verdadero carácter de clase del aparato represor del viejo estado, en donde la principal enseñanza es la lucha que ellos desarrollaron por su derecho a la tierra, a la vivienda. Las muertes son una consecuencia de su lucha, y más que conmemorar el luto, son motivo para seguir organizándose, para recuperar lo que por derecho es del pueblo a través de la violencia revolucionaria. No como lo hace el revisionismo y los rábanos del P“C”, que usan las luchas de las masas para recibir las migajas que el viejo estado entrega, y a cambio los oportunistas reciben su rinconcito en esta falsa democracia.
¡Las luchas del pueblo nos enseñan a desenmascarar a los oportunistas y a comprender la importancia de una dirección de clase y revolucionaria!
De viaje por el sur visité la ciudad de Puerto Montt, y recordé la canción del cantautor Víctor Jara, “Preguntas por Puerto Montt” en la que acusa el asesinato de pobladores de una toma de terreno ordenada directamente por Edmundo Pérez Zujovic (DC) Ministro del Interior de la época. Viajando en colectivo en dirección al mercado de la ciudad le comenté de la canción a mi pareja, ella preguntó al chofer, sin saber hasta ese entonces el nombre de la población donde se hizo la toma, indicándole la canción de Víctor Jara. El chofer dijo: “Ah, usted se refiere a Pampa Irigoin, sí yo era niño, sí me acuerdo”.
Después de nuestro trámite en el mercado nos dirigimos al lugar donde se realizó la toma, la actual población Manuel Rodríguez. Preguntamos a un vecino si sabía sobre algún recordatorio de la lucha y si podíamos hablar con alguien, él nos señaló una casa donde vive una viuda de la toma, la señora Ana Aguilar Bahamonde a quien le asesinaron a su marido, Hilivaldo Vargas Vargas a la edad de 35 años. También nos indicó un mural con los nombres de los pobladores asesinados.
Al llegar a la casa de la señora Ana nos presentamos como colaboradores del periódico llamado El Pueblo, pero la reacción de ella fue: “Ya estoy aburrida que me vengan a entrevistar, para que después se vayan a vender sus videos al extranjero y después se olvidan de una, sólo buscan lucrar con nuestra historia. Disculpen pero ya han venido muchas veces”.
Su reacción legítima nos hace preguntar: ¿el arte y la cultura al servicio de quién deben estar?, ¿del artista o del pueblo?
Por eso, cuando le explicamos la intención del periódico El Pueblo, de llevar esta experiencia a otros pobladores que están siendo expulsados de sus viviendas como en la población Las Viñitas en Cerro Navia, Santiago, ella depuso su actitud y sin darse cuenta comenzó a describir lo que fue la mañana del 9 de marzo de 1969: “En la mañana del domingo se comenzaron a sentir los balazos, ahí fue que mi marido se levantó y al atravesar la calle fue asesinado. Un vecino recupero su cuerpo, porque a los muertos los querían quemar en un peladero que estaba al otro lado de la toma. Yo fui a buscar a mi suegra en medio de la balacera para contarle que a su hijo lo mataron. Al regresar, la casa había quedado toda agujereada, no sé cómo no le llegó ninguna bala a uno de mis hijos. El aire era irrespirable, tiraron tantas lacrimógenas que una guagua de tres meses murió por el humo. Pero esta fue una traición de los carabineros, puesto que el día anterior fueron a ayudar a medir las calles y los terrenos para las propiedades, diciéndonos que estuviésemos tranquilos”.
Para aclarar, a lo que la señora Ana se refiere como “traición de carabineros”, debemos comprender el carácter de clase de las fuerzas armadas (FFAA), que están cumpliendo su rol y propósito, que es proteger el bolsillo de los dueños del país a través de la represión. Es por este motivo que el oportunismo nos quiere pasar gato por liebre, al decir que son “nuestras” FFAA.
Una de las lecciones que la lucha del pueblo nos entrega es conocer el verdadero carácter de clase del aparato represor del viejo estado, en donde la principal enseñanza es la lucha que ellos desarrollaron por su derecho a la tierra, a la vivienda. Las muertes son una consecuencia de su lucha, y más que conmemorar el luto, son motivo para seguir organizándose, para recuperar lo que por derecho es del pueblo a través de la violencia revolucionaria. No como lo hace el revisionismo y los rábanos del P“C”, que usan las luchas de las masas para recibir las migajas que el viejo estado entrega, y a cambio los oportunistas reciben su rinconcito en esta falsa democracia.
¡Las luchas del pueblo nos enseñan a desenmascarar a los oportunistas y a comprender la importancia de una dirección de clase y revolucionaria!
De viaje por el sur visité la ciudad de Puerto Montt, y recordé la canción del cantautor Víctor Jara, “Preguntas por Puerto Montt” en la que acusa el asesinato de pobladores de una toma de terreno ordenada directamente por Edmundo Pérez Zujovic (DC) Ministro del Interior de la época. Viajando en colectivo en dirección al mercado de la ciudad le comenté de la canción a mi pareja, ella preguntó al chofer, sin saber hasta ese entonces el nombre de la población donde se hizo la toma, indicándole la canción de Víctor Jara. El chofer dijo: “Ah, usted se refiere a Pampa Irigoin, sí yo era niño, sí me acuerdo”.
Después de nuestro trámite en el mercado nos dirigimos al lugar donde se realizó la toma, la actual población Manuel Rodríguez. Preguntamos a un vecino si sabía sobre algún recordatorio de la lucha y si podíamos hablar con alguien, él nos señaló una casa donde vive una viuda de la toma, la señora Ana Aguilar Bahamonde a quien le asesinaron a su marido, Hilivaldo Vargas Vargas a la edad de 35 años. También nos indicó un mural con los nombres de los pobladores asesinados.
Al llegar a la casa de la señora Ana nos presentamos como colaboradores del periódico llamado El Pueblo, pero la reacción de ella fue: “Ya estoy aburrida que me vengan a entrevistar, para que después se vayan a vender sus videos al extranjero y después se olvidan de una, sólo buscan lucrar con nuestra historia. Disculpen pero ya han venido muchas veces”.
Su reacción legítima nos hace preguntar: ¿el arte y la cultura al servicio de quién deben estar?, ¿del artista o del pueblo?
Por eso, cuando le explicamos la intención del periódico El Pueblo, de llevar esta experiencia a otros pobladores que están siendo expulsados de sus viviendas como en la población Las Viñitas en Cerro Navia, Santiago, ella depuso su actitud y sin darse cuenta comenzó a describir lo que fue la mañana del 9 de marzo de 1969: “En la mañana del domingo se comenzaron a sentir los balazos, ahí fue que mi marido se levantó y al atravesar la calle fue asesinado. Un vecino recupero su cuerpo, porque a los muertos los querían quemar en un peladero que estaba al otro lado de la toma. Yo fui a buscar a mi suegra en medio de la balacera para contarle que a su hijo lo mataron. Al regresar, la casa había quedado toda agujereada, no sé cómo no le llegó ninguna bala a uno de mis hijos. El aire era irrespirable, tiraron tantas lacrimógenas que una guagua de tres meses murió por el humo. Pero esta fue una traición de los carabineros, puesto que el día anterior fueron a ayudar a medir las calles y los terrenos para las propiedades, diciéndonos que estuviésemos tranquilos”.
Para aclarar, a lo que la señora Ana se refiere como “traición de carabineros”, debemos comprender el carácter de clase de las fuerzas armadas (FFAA), que están cumpliendo su rol y propósito, que es proteger el bolsillo de los dueños del país a través de la represión. Es por este motivo que el oportunismo nos quiere pasar gato por liebre, al decir que son “nuestras” FFAA.
Le preguntamos si hubo alguna indemnización por parte del estado, a lo que respondió: “Al quedar viuda nadie me ayudó y tuve que trabajar para criar a mis 4 hijos, hasta el terreno tuve que pagar”.
Después de protegernos bajo el alero de su casa de la lluvia que comenzaba a caer, la señora Ana comenzó a ponerse nerviosa y decirnos que recordar esto le hace daño. Bajo este contexto, nos despedimos y agradecimos su testimonio no sin antes pedir su dirección para enviarle un ejemplar del periódico El Pueblo con el artículo impreso.
Contexto de la Época.
Puerto Montt en 1969 contaba con una población aproximada de 80.000 habitantes. Tras el terremoto del 22 de mayo de 1960 se originó una fuerte explosión demográfica, por la llegada de familias que habían sido despojadas de sus tierras, principalmente de la provincia de Llanquihue. Esto provocó que se comenzara a sufrir un proceso de despojo acelerado al tener que dejar sus hábitos campesinos y entrar a la vida urbana con una condición laboral precaria (obreros de la construcción, en vialidad, carpinteros, feriantes, vendedores de leña o cesantes). Con sus familias arrendaban o vivían de allegados en poblaciones marginales de la ciudad. Si a nivel nacional el crecimiento poblacional era de un 3,4%, en el caso de esta ciudad llego al 9,2% lo que hizo aumentar su población en un 50%.
A todo esto se suma la pérdida de los hogares de varias familias populares puertomontinas, provocando tomas de terrenos “privados” y fiscales para solucionar su necesidad de vivienda.
Pampa Irigoin estaba ubicada en el sector alto de la ciudad de Puerto Montt, lo que ahora es la población Manuel Rodríguez. El sitio pertenecía a Rociel Irigoin Oyarzún, uno de los principales terratenientes de la zona. Era un terreno baldío abandonado, pésimo para la agricultura, pantanoso y húmedo, de muy mala calidad.
El 4 de marzo de 1969 noventa familias sin hogar deciden ocupar un terreno baldío en Pampa Irigoin. La toma se había organizado a partir de un comité de “Los sin Casa” liderado por un poblador llamado Pedro Contreras Reyes, que era apoyado por dirigentes de campamentos vecinos. Esta acción de masas se realizó como respuesta ante la negativa del gerenciamiento pro-yanqui de Eduardo Frei M. (DC), de concederles parcelas para construir sus viviendas. Durante los cinco días siguientes se vivió una tensa calma con visitas de la policía de la 5ª comisaría, comandadas por el comisario Rolando Rodríguez Marbán, demandando el abandono del lugar.
El domingo 9 de marzo a las 7 A.M. con la violenta acción del aparato represor compuesto por 250 efectivos dirigidos por el coronel Alberto Apablaza y el mayor Rolando Rodríguez, se inició la operación de desalojo, autorizada por el ministerio de interior, lanzando bombas lacrimógenas, disparando, e incendiando las carpas de los ocupantes. La acción represiva duró una hora con el saldo de 10 muertos y 50 heridos. Muchas de las víctimas que recibieron el balazo por la espalda eran personas que estaban mirando los enfrentamientos o recién estaban levantándose.
La masacre ordenada por Pérez Zujovic judicialmente quedó impune. Sin embargo, el 8 de junio de 1971 fue muerto por un comando perteneciente al grupo Vanguardia Organizada del Pueblo (VOP) que le ametralla cuando conducía su vehículo.
“Provocar disturbios, fracasar, volver a provocar disturbios, fracasar de nuevo, así hasta la ruina; ésta es la lógica de los imperialistas y de todos los reaccionarios del mundo frente a la causa del pueblo, y nunca marcharán en contra de esta lógica…Luchar, fracasar, volver a luchar, fracasar de nuevo, volver otra vez a luchar, y así hasta la victoria; ésta es la lógica del pueblo, y él tampoco marchará jamás en contra de ella”
Presidente Mao Tse Tung.
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