El Documento ESBOZO INICIAL DE
LAS TESIS SOBRE LA CUESTIÓN AGRARIA fue elaborado y publicado en los meses de
junio y julio de 1920, como un informe para el II congreso de la Internacional
Comunista.
Maoismo_Linea Roja ha tenido
acceso a él y una ves trascrito lo ponemos a su entera disposición, ya que es
de mucha importancia y utilidad para el debate en el MCI sobre el trabajo
agrario cuando el proletariado conquiste el poder y poder asegurar esa
conquista.
A continuación un pequeño
segmento del documento:
El camarada Marchlewski ha
expuesto admirablemente en su artículo las causas por la que la II
Internacional, hoy Internacional Amarilla, no sólo no ha sido capaz de
determinar la táctica del proletariado revolucionario en cuestión agraria sino ni siquiera plantear
este problema como es debido. Además el camarada Marchlewski ha sentado las bases teóricas del
programa agrario comunista de la III Internacional.
Sobre estas bases se puede (y yo
creo que se debe) elaborar la resolución general del Congreso de la
Internacional Comunista que ha celebrarse el 15 de julio de 1920, en orden a la
cuestión agraria.
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1.
El
proletariado revolucionario debe proceder a la confiscación inmediata e
incondicional de todas las tierras de los terratenientes y grandes
latifundistas, es decir, de quienes en los países capitalistas explotan de un
modo sistemático, ya directamente o por medio de sus arrendatarios, a los
obreros asalariados y a los pequeños campesinos (a veces incluso a los
campesinos medios) de los términos vecinos, sin tomar ellos por parte alguna en
el trabajo manual, y perteneces a su mayor parte a familias descendientes de
los señores feudales (nobleza en Rusia, Alemania, Hungría; señores
restauradores en Francia; lores en Inglaterra; antiguos esclavistas en
Norteamérica), o a los magnates financieros particularmente enriquecidos, o
bien a una mezcla de estas dos categorías de explotadores y parásitos.
En
las filas de los partidos comunistas no se debe admitir en modo alguno la
propaganda o la aplicación de una indemnización en favor de los grandes
terratenientes por las tierras expropiadas, porque en las condiciones actuales
de Europa y Norteamérica esto significaría una traición al socialismo y una carga de nuevos tributos sobre las masas
trabajadoras y explotadas, que son las que más han sufrido a causa de la
guerra, la cual ha multiplicado el numero de millonarias y aumentado su
riquezas.
En
cuanto al modo de explotación de las tierras confiscadas por el proletariado
triunfante a los grandes terratenientes, Rusia, debido a su atraso económico,
ha llevado a cabo con preferencia el reparto de estas tierras, entregándolas en
usufructo a los campesinos; sólo en casos relativamente raros, el Estado
proletario ha mantenido las llamadas “haciendas soviéticas”, dirigiéndolas por
su cuenta y transformando a los antiguos jornaleros en obreros que trabajan por
encargos del Estado y en miembros de los soviets que administran el estado. En
los países capitalistas avanzados, la Internacional Comunista reconoce justo el
mantener preferentemente las grandes empresas agropecuarias y explotación de
las mismas según el tipo de las haciendas soviéticas de Rusia.
Sería,
sin embargo, un gravísimo erros exagerar o generalizar esta norma y no admitir
nunca la entrega gratuita de una parte de la tierra a los expropiadores
expropiados a los pequeños campesinos y a veces hasta a los campesinos medios
de los términos vecinos.
En
primer lugar, la objeción habitual, consiste en aducir que las grandes
explotaciones agrícolas son técnicamente superiores, se aduce con frecuencia a
sustituir una verdad teórica indiscutible por el oportunismo de la peor especie
y por la traición a la revolución. Para asegurar el éxito de esta revolución,
el proletariado no tiene derecho a detenerse ante la disminución momentánea de
la producción, así como no se detuvieron los burgueses enemigos del esclavismo
en los EE.UU. ante la reducción temporal de la producción del algodón a
consecuencia de la guerra civil de 1863-1865. Para los burgueses la producción
es un fin en sí, pero los trabajadores y explotados les importa más que nada
derrocar a los explotadores y asegurar las condiciones que les permitan
trabajar para sí mismo y no para el capitalista. La tarea primordial y
fundamental del proletariado consiste en garantizar y afianzar su triunfo. Y no
puede haber afianzamiento del poder proletario sin neutralizar a los campesinos
medios sin asegurarse el apoyo de una parte bastante considerable de los
pequeños campesinos, sino de su totalidad.
En
segundo lugar, no sólo el aumento, sino aun el mantenimiento de la gran
producción agrícola supone la existencia de un proletariado rural completamente
desarrollado, con conciencia revolucionaria, que haya cursado una escuela
sólida en el sentido profesional, político y de organización. Donde falta esta
condición o donde no existe la posibilidad de confiar con provecho esta misión
a obreros e industriales conscientes y competentes, las tentativas de un paso
prematuro a la dirección de las grandes explotaciones por el Estado no pueden
sino comprometer el poder proletario, y se requiere sumo cuidado y la más
sólida preparación en la creación de “haciendas soviéticas”.
En
tercer lugar, en todos los países capitalistas, aun en los más avanzados,
subsisten todavía restos de explotación medieval, semifeudal, de los pequeños
campesinos por los grandes terratenientes, como, por ejemplo, los Instleute[1]
en Alemania, los métayers en Francia,
los aparceros-arrendatarios en EE.UU., (no solamente los negros, los cuales son
explotados en la mayoría de los casos en los Estados del Sur precisamente de
este modo, sino a veces hasta los blancos). En casos como estos, el Estado
Proletario tiene el deber de entregar las tierras en usufructo gratuito a los
pequeños campesinos que las llevaban en arriendo, porque no existe otra base
económica y técnica, ni hay posibilidad de crearla de golpe y porrazo.
Los
bienes de las grandes explotaciones deben ser sin falta confiscados y
convertidos en patrimonio del Estado, con la condición expresa de que, después de asegurar con estos bienes a
las grandes haciendas del Estado, los pequeños campesinos de los alrededores
puedan utilizarlos gratuitamente, observando las condiciones que fija el Estado
proletario.
Si
en los primeros momentos, después de llevarse a cabo la revolución proletaria,
es absolutamente indispensable no sólo expropiar sin dilación a los grandes
terratenientes, sino hasta expulsarlos totalmente o internarlos, como
dirigentes de la contrarrevolución y como opresores despiadados de toda la población rural, a medida que se afiance
el poder proletario no sólo e la ciudad, sino también en el campo, es precioso
tender sin falta de un modo sistemático a que la fuerza conque cuenta esta
clase, poseedora de una gran experiencia, de conocimientos y de capacidad de
organización, sean aprovechados (bajo un
control especial de obreros comunistas segurísimos) en la creación de la gran
agricultura socialista.
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