...Mehring tiene razón (en Der Sorgesche Briefwechsel) cuando afirma que Marx y Engels entendían poco de “buenas maneras”: “no se paraban a pensarlo mucho para asestar un golpe, pero tampoco lloriqueaban por cada uno que recibían”. “Si os creéis –escribía Engels en cierta ocasión- que vuestros alfilerazos podrán pinchar mi vieja piel, gruesa y bien curtida, os equivocáis.”[1] Marx y Engels suponían también en los demás esta imperceptibilidad adquirida por ellos –escribe Mehring.
Año 1893. Ajuste de cuentas a “los fabianos”[2], que se impone de por sí... para juzgar de los bernsteinianos (por algo Bernstein “ha educado” su oportunismo en Inglaterra, en el trato con “los fabianos”). “Aquí, en Londres, los fabianos son una pandilla de arribistas que, sin embargo, tienen bastante sentido común para comprender que la revolución social es inevitable; mas, al no querer confiar esta gigantesca labor únicamente al tosco proletariado, se dignan ponerse a la cabeza de él. El temor a la revolución constituye su principio básico. Son ‘intelectuales’ par excellence. Su socialismo es un socialismo municipal: el municipio y no la nación, al menos en los primeros tiempos, debe adueñarse de los medios de producción. Pintan su socialismo como una consecuencia extrema, pero ineluctable, del liberalismo burgués. De ahí su táctica: no combatir a los liberales con denuedo, como a adversarios suyos, sino llevarlos a las conclusiones socialistas, es decir, embaucarlos, ‘impregnar de socialismo el liberalismo’, no oponer los candidatos socialistas a los liberales, sino pasárselos de contrabando a los liberales, es decir, hacer que salgan elegidos con artimañas... Pero es claro que no comprenden que, obrando así, los engañados serán ellos mismos, o lo será el socialismo.
Los fabianos han publicado, además de distintas porquerías, algunos libros buenos de propaganda, y eso es lo mejor de cuanto han hecho los ingleses en este campo. Pero tan pronto como vuelven a su táctica peculiar, la de velar la lucha entre las clases, la cosa va mal. Por causa de la lucha de clases, los fabianos nos odian con fanatismo a Marx y a todos nosotros.
Como es natural, los fabianos cuentan con muchos partidarios burgueses, por lo que disponen de ‘mucho dinero’...”[3]
Año 1894. El problema campesino. “En el continente –escribe Engels el l0 de noviembre de 1894-, conforme crece el movimiento, se agranda también el afán de éxitos mayores aún, y la caza de campesinos, en el sentido literal de la palabra, se está poniendo de moda. Primero fueron los franceses, quienes declararon en Nantes por boca de Lafargue que no sólo no es cuestión nuestra acelerar la ruina de los pequeños campesinos —el capitalismo se encargará de hacerlo por nosotros—, sino que es necesario defender en realidad al campesino contra el fisco, contra los usureros y latifundistas. Pero, en modo alguno podemos expresar nuestra conformidad con esto. Primero, porque es necio, y segundo, porque es imposible. Luego Vollmar se pronuncia en Francfort en el sentido de que, en general, se propone sobornar a los campesinos, y el campesino a que se refiere es el de la Alta Baviera, distinto del pequeño campesino de la región del Rin, abrumado por las deudas, pues se trata del agricultor medio y rico que explota a mozos y mozas de labranza y vende ganado y cereales. Esto ya no se puede admitir sin renunciar a todos los principios.”[4]
Año 1893. Ajuste de cuentas a “los fabianos”[2], que se impone de por sí... para juzgar de los bernsteinianos (por algo Bernstein “ha educado” su oportunismo en Inglaterra, en el trato con “los fabianos”). “Aquí, en Londres, los fabianos son una pandilla de arribistas que, sin embargo, tienen bastante sentido común para comprender que la revolución social es inevitable; mas, al no querer confiar esta gigantesca labor únicamente al tosco proletariado, se dignan ponerse a la cabeza de él. El temor a la revolución constituye su principio básico. Son ‘intelectuales’ par excellence. Su socialismo es un socialismo municipal: el municipio y no la nación, al menos en los primeros tiempos, debe adueñarse de los medios de producción. Pintan su socialismo como una consecuencia extrema, pero ineluctable, del liberalismo burgués. De ahí su táctica: no combatir a los liberales con denuedo, como a adversarios suyos, sino llevarlos a las conclusiones socialistas, es decir, embaucarlos, ‘impregnar de socialismo el liberalismo’, no oponer los candidatos socialistas a los liberales, sino pasárselos de contrabando a los liberales, es decir, hacer que salgan elegidos con artimañas... Pero es claro que no comprenden que, obrando así, los engañados serán ellos mismos, o lo será el socialismo.
Los fabianos han publicado, además de distintas porquerías, algunos libros buenos de propaganda, y eso es lo mejor de cuanto han hecho los ingleses en este campo. Pero tan pronto como vuelven a su táctica peculiar, la de velar la lucha entre las clases, la cosa va mal. Por causa de la lucha de clases, los fabianos nos odian con fanatismo a Marx y a todos nosotros.
Como es natural, los fabianos cuentan con muchos partidarios burgueses, por lo que disponen de ‘mucho dinero’...”[3]
APRECIACION CLÁSICA
DEL OPORTUNISMO INTELECTUAL
EN LA SOCIALDEMOCRACIA
DEL OPORTUNISMO INTELECTUAL
EN LA SOCIALDEMOCRACIA
Año 1894. El problema campesino. “En el continente –escribe Engels el l0 de noviembre de 1894-, conforme crece el movimiento, se agranda también el afán de éxitos mayores aún, y la caza de campesinos, en el sentido literal de la palabra, se está poniendo de moda. Primero fueron los franceses, quienes declararon en Nantes por boca de Lafargue que no sólo no es cuestión nuestra acelerar la ruina de los pequeños campesinos —el capitalismo se encargará de hacerlo por nosotros—, sino que es necesario defender en realidad al campesino contra el fisco, contra los usureros y latifundistas. Pero, en modo alguno podemos expresar nuestra conformidad con esto. Primero, porque es necio, y segundo, porque es imposible. Luego Vollmar se pronuncia en Francfort en el sentido de que, en general, se propone sobornar a los campesinos, y el campesino a que se refiere es el de la Alta Baviera, distinto del pequeño campesino de la región del Rin, abrumado por las deudas, pues se trata del agricultor medio y rico que explota a mozos y mozas de labranza y vende ganado y cereales. Esto ya no se puede admitir sin renunciar a todos los principios.”[4]
Año 1894, 4 de diciembre: “...Los bávaros se han vuelto requeteoportunistas y se han transformado casi en un simple partido del pueblo (me refiero a la mayoría de los líderes y a muchos principiantes que han ingresado en el partido); en el Landtag bávaro han votado a favor de la totalidad del presupuesto, y Vollmar, sobre todo, ha organizado una agitación entre los campesinos a fin de ganarse no a los mozos de labranza, sino a los agricultores ricos de la Alta Baviera, a los propietarios de parcelas de 25 a 80 acres (de 10 a 30 hectáreas), es decir, a los que de ninguna manera pueden arreglárselas sin obreros asalariados...”[5]
De ahí se desprende que en el curso de más de un decenio Marx y Engels lucharon sistemática e incesantemente contra el oportunismo en el Partido Socialdemócrata Alemán y combatieron el espíritu filisteo intelectual y pequeñoburgués en el socialismo. Este es un hecho de suma importancia. El gran público sabe que la socialdemocracia alemana es tenida por modelo de política y táctica marxistas del proletariado, pero ignora la lucha constante que los fundadores del marxismo hubieron de sostener contra “el ala derecha” (expresión de Engels) de este partido. Y no es casual que poco después de la muerte de Engels se manifestara abiertamente esta lucha, hasta entonces latente. Era el resultado inevitable de decenios de desarrollo histórico de la socialdemocracia alemana.
Y en la actualidad resaltan ante nosotros con singular relieve las dos trayectorias de los consejos, indicaciones, correctivos, amenazas y moralejas de Engels (y de Marx). Los dos exhortaron con la mayor perseverancia a los socialistas anglo-norteamericanos a que se fundiesen con el movimiento obrero y extirpasen de sus propias organizaciones el estrecho y rutinario espíritu de secta. Los dos enseñaron con la mayor perseverancia a los socialdemócratas alemanes a no caer en el filisteísmo, en “el cretinismo parlamentario” (expresión de Marx en la carta del 19 de septiembre de l879)[6], en el oportunismo intelectual pequeñoburgués. ¿No es acaso sintomático que nuestras comadres socialdemócratas cacareen tanto sobre los consejos del primer tipo y cierren el pico respecto del segundo? ¿Acaso semejante apreciación unilateral de las cartas de Marx y Engels no es el mejor indicio de que nuestra socialdemocracia, la socialdemocracia de Rusia, presenta cierto...“carácter unilateral”? Hoy, cuando el movimiento obrero internacional descubre síntomas de profunda efervescencia y vacilación, cuando los excesos del oportunismo, del “cretinismo parlamentario” y del reformismo filisteo han hecho surgir los excesos opuestos del sindicalismo revolucionario, la trayectoria general de “los correctivos” hechos por Marx y Engels al socialismo anglo-norteamericano y alemán adquiere una importancia excepcional.
Marx y Engels enseñaban a los socialistas de los países donde no existe un partido obrero socialdemócrata, ni hay diputados socialdemócratas en los parlamentos, ni política socialdemócrata sistemática y consecuente en las elecciones y en la prensa, etc., en estos países los socialistas deben romper a toda costa con el sectarismo estrecho e incorporarse al movimiento obrero a fin de interesar en la lucha política al proletariado. Pues tanto en Inglaterra como en Norteamérica, a lo largo del último tercio del siglo XIX, el proletariado no mostró casi ninguna independencia política. La liza política en estos países —ante la ausencia casi absoluta de tareas históricas de carácter democrático burgués- estaba ocupada enteramente por una burguesía triunfante y satisfecha de sí misma, sin igual en todo el mundo en el arte de embaucar, corromper y sobornar a los obreros.
Creer que estos consejos de Marx y Engels al movimiento obrero anglo-norteamericano pueden ser aplicados lisa y llanamente a las circunstancias de Rusia significa utilizar el marxismo para un mezquino ajuste fraccional de cuentas entre intelectuales y no para asimilar su método ni para estudiar las peculiaridades históricas concretas del movimiento obrero en países determinados.
Por el contrario, en un país donde la revolución democrática burguesa ha quedado sin terminar, donde imperaba e impera “un despotismo militar revestido de formas parlamentarias” (expresión de Marx en su Crítica del Programa de Gotha)[7], donde el proletariado hace ya mucho que participa en la política y aplica una política socialdemócrata, en un país así temían Marx y Engels más que nada el envilecimiento parlamentario y el empequeñecimiento filisteo de las tareas y proporciones del movimiento obrero.
Con tanto mayor motivo debemos recalcar y poner en primer plano, en la época de la revolución democrática burguesa en Rusia, este aspecto del marxismo, porque en nuestro país hay una prensa burguesa liberal extendida, “brillante” y rica, que pregona a miles de voces ante el proletariado la “ejemplar” lealtad, la legalidad parlamentaria, la modestia y la moderación del vecino movimiento obrero alemán.
Esta patraña interesada de los traidores burgueses de la revolución rusa no es fruto de la casualidad ni de la perversidad personal de alguno que otro de los antiguos o futuros ministros del campo de los demócratas constitucionalistas. Es fruto de los profundos intereses económicos de los terratenientes liberales y burgueses liberales de Rusia. Y en la lucha contra esta patraña, contra este “aturdimiento de las masas” (“Massenverdummung”, según expresión de Engels en la carta del 29 de noviembre de 1886)[8], las cartas de Marx y Engels deben servir de arma insustituible para todos los socialistas de Rusia.
La patraña interesada de los burgueses liberales muestra al pueblo “la modestia” ejemplar de los socialdemócratas alemanes, cuyos jefes, los fundadores de la teoría marxista, nos dicen:
“La actuación revolucionaria de los franceses ha puesto al desnudo de manera más repelente aún la hipocresía de los oportunistas de la minoría parlamentaria socialdemócrata alemana, Viereck y Cía.” (se trata de la formación de un partido obrero en el Parlamento francés y de la huelga de Decazeville, que levantó una barrera entre los radicales franceses y el proletariado de Francia[9]). “En los últimos debates socialistas sólo han hablado Liebknecht y Bebel, y ambos muy bien. Con semejantes debates podemos presentarnos nuevamente en buena sociedad, cosa que antes, por desgracia, no siempre ocurría. En general, está bien que a los alemanes, sobre todo después de haber enviado al Reichstag un número tan crecido de filisteos (cosa que era, sin embargo, inevitable), se les dispute el papel de dirigentes del movimiento social internacional. En períodos de calma, todo se vuelve filisteo en Alemania, y en tales momentos, es absolutamente indispensable el aguijón de la competencia francesa...” (Carta del 29 de abril de 1886)[10].
Estas son las enseñanzas que mejor debería asimilar el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, que se halla bajo la influencia ideológica predominante de la socialdemocracia alemana. Nos proporciona estas enseñanzas no sólo alguno que otro pasaje de la correspondencia de las personalidades más grandes del siglo XIX, sino el espíritu y todo el fondo de la crítica de la experiencia internacional del proletariado, crítica que ellos hicieron con franqueza de camaradas, sin la menor diplomacia o interés mezquino.
Demuestran asimismo hasta qué grado están realmente impregnadas de ese espíritu todas las cartas de Marx y Engels, los siguientes pasajes, si bien de índole relativamente privada, no por eso menos sintomáticos.
[1] Lenin cita una carta de F. Engels. a F. Kelly-Wischnewetzky del 2 de mayo de 1838 (véase C. Marx y F. Engels. Obras, t. 37, pág. 49).- 255.
[2] Fabianos: miembros de la Sociedad Fabiana, organización reformista inglesa, fundada en 1884. La Sociedad debe su nombre al caudillo romano del siglo III a. n. e. Fabio Máximo Cunctátor (El Contemporizador), llamado así por su táctica expectante que consistía en rehuir los combates decisivos en la guerra contra Aníbal. Los miembros de la Sociedad Fabiana eran principalmente intelectuales de la burguesía: científicos, escritores y políticos; negaban la necesidad de la lucha de clase del proletariado y de la revolución socialista, y afirmaban que el paso del capitalismo al socialismo sólo es posible mediante pequeñas reformas y transformaciones paulatinas de la sociedad. En 1900 la Sociedad Fabiana ingresó en el Partido Laborista. El “socialismo Fabiano” es una de las fuentes de la ideología de los laboristas.-255.
[3] Lenin cita una carta de F. Engels a F. A. Sorge, del 18 de enero de 1893 (véase C. Marx y F. Engels. Obras, t. 39, pág. 8).- 256.
[4] Véase C. Marx y F. Engels. Obras, t. 39, págs. 257-258. Véase la crítica de la intervención de P. Lafargue y G. Vollmar en el trabajo de F. Engels El problema campesino en Francia y en Alemania.- 257.
[5] Véase C. Marx y F. Engels. Obras, t. 39, pág. 277- 257.
[6] Véase C. Marx y F. Engels. Obras, t. 34, pág. 328.- 257.
[7] Véase C. Marx y F. Engels. Obras, t. I9, pág. 28.- 259.
[8] Véase C. Marx y F. Engels. Obras, t. 36, pág. 490.- 259.
[9] Huelga do Decazeville: huelga declarada espontáneamente por 2.000 mineros del carbón de la ciudad de Decazeville, Francia. La huelga, surgida a consecuencia de las insoportables condiciones de trabajo y el reforzamiento de la explotación de los obreros por los patronos, se prolongó cinco meses, de enero a junio de I886. Los obreros plantearon varias demandas, entre ellas el cierre de la tienda de comestibles del dueño y el despido del gerente que se distinguía por su crueldad. En un choque de la administración con los obreros resultó muerto el gerente. El Gobierno concentró tropas en Decazeville, lo que provocó amplia efervescencia en Francia; en París y en provincias tuvieron lugar mítines de protesta. Durante los tempestuosos debates acerca de la huelga de Decazeville en la Cámara francesa, los diputados burgueses, incluyendo los radicales, a quienes hasta entonces se adherían los diputados obreros, apoyaron al Gobierno y las represalias contra los huelguistas, lo que determinó que los diputados obreros se separasen de los radicales y formaran un grupo obrero autónomo en la Cámara de Diputados francesa.- 259.
[10] Véase C. Marx y F. Engels. Obras, t. 36, pág. 408.- 260.
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