Foto: Territorios en resistencia
Análisis y Opinión
8/03/14
El 8 de marzo es un día de lucha y nosotros celebramos a esas mujeres luchadoras que sobresalen como ejemplo de emancipación y transformación, aquellas que luchan por un mundo nuevo y enfrentan la lucha cotidiana frente a la explotación capitalista y patriarcal.
Las mujeres han dado innumerables ejemplos de lucha consecuente en la historia del movimiento por la emancipación de la mujer en el mundo, entregando la vida entera por una causa revolucionaria, enfrentando desafiante al enemigo declarado, siendo implacables con el opresor. Esas luchadoras nos han dejado un legado imperecedero que las generaciones venideras tomarán (hombres y mujeres) para transformar la sociedad y construir un mundo justo.
Pero las mujeres también luchan día a día contra los embates del sistema, en particular ellas porque soportan una doble explotación, son las mismas que luchan contra el hambre, la discriminación, la explotación de clase, la violencia, el abuso sexual, etcétera.
Hace un año desde esta tribuna denunciábamos de manera extensa la explotación de clase y la dominación patriarcal contra la mujer (Ver AyO 20/03/2013) y por esa misma fecha el gobierno de Evo Morales sancionaba con mucha pompa una ley contra la violencia a las mujeres.
¿Qué podemos decir a un año de semejante acto de propaganda? Que la situación no ha cambiado nada, todo lo contrario, las denuncias de violencia contra las mujeres han aumentado, y lo dicen las cifras del gobierno, lo dicen las cifras de las ONGs que también celebraban la medida legal. Las agresiones que son denunciadas por las mujeres queda en la más completa impunidad y eso también lo dicen las cifras oficiales.
La realidad se ha encargado de apagar el entusiasmo de la ley que a un año de sancionada no tiene siquiera el reglamento implementado, el país se ha convertido en el segundo de la región con mayor nivel de violencia sexual contra mujeres y niñas. De la explotación de clase, de la explotación servil, del sinnúmero de problemas que oprimen a las mujeres ni hace falta repetir, basta ver como muestra que la brutalidad ha llegado a niveles alarmantes para medir como están los derechos de las mujeres.
Por supuesto nosotros no sostenemos que la promulgación de leyes va a cambiar esta situación, lo dijimos antes y lo seguimos diciendo y los hechos se encargan de demostrarlo. En Bolivia se aprueban montañas de leyes, muchas de ellas consideradas de vanguardia, como ejemplo, la famosa ley contra la violencia a las mujeres, incluye sanción por feminicidio, el asesinato de una mujer por el simple hecho de ser mujer, muchas instituciones que se encargan del tema de derechos de la mujer hacen innumerables talleres, proponen iniciativas legislativas, buscan implementar medidas dentro del Estado para aliviar la situación de las mujeres, pero finalmente todos los involucrados, incluidas las autoridades burócratas y policiales, confiesan que la situación es terrible y no cambia sino empeora.
El problema fundamental no está en las leyes o las personas encargadas de hacerlas cumplir, no se trata simplemente de “falta de voluntad política” o “falta de presupuesto” como proponen los balances de las oenegeras, el problema es el sistema mismo, no se puede aspirar a la igualdad en un sistema que tiene por fundamento la desigualdad y la explotación de clase, no se puede aspirar a ser explotado igualmente por la burguesía, de esa forma no se transforman las cosas.
Por otro lado la milenaria explotación patriarcal también es parte de este sistema, es promovida por el Estado y sus funcionarios, esa es una realidad que por más taller que organicen y demagogia millonaria que difundan, los funcionarios de este régimen no pueden cambiar. Cuando el encargado del gobierno, Evo Morales, abre la boca para referirse a las mujeres lo hace para insultarlas, hacer comentarios lascivos o promover una socarronería propia del abusador de mujeres y ahí tenemos un sinnúmero de casos de autoridades estatales, muchos provenientes de partido de gobierno, que han estado involucrados en diversos tipos de explotación a las mujeres y violencia de todo tipo, a pesar de las evidencias, denuncias y campañas para sancionar estos hechos, la mayoría permanece en la impunidad.
Este estado de cosas no puede continuar así, tenemos que pensar en algo más allá de este sistema, más allá de reformas legales mentirosas, más allá de los cantos de sirena del feminismo burgués y el reformismo del gobierno actual, pensar en una transformación radical de la sociedad, en una transformación revolucionaria que cuestione a fondo el sistema en su conjunto. Las mujeres precisan construir su propio campo revolucionario, su campo proletario para romper con todos los lazos que las atan a la vieja sociedad y los lazos que muchos de sus compañeros aún no han podido romper. No se debe consentir una sociedad donde la mitad de la población o incluso más es sometida a actos de violencia y tratada como seres inferiores, debemos combatir resueltamente ese estado de cosas y construir juntos, todos los explotados, el campo revolucionario para transformar la sociedad.
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